A las 7:45 de la mañana en los llanos de Trujillo, a esa ya recorro con los prismáticos un terreno seco y pedregoso; entre las piedras encuentro cogujadas, calandrias, terreras comunes, una pareja de alcaravanes y de pronto empiezo a encontrar pequeños grupos de ganga ibérica y de ganga ortega que se mueven entre piedras entre las que pasan desapercibidas.
Cuando las observo a través del telescopio, ese mimetismo se transforma en unos colores y diseños realmente espectaculares. Disfruto un buen rato de su observación mientras caminan por el llano en busca de su alimento, hasta que las llega la hora de levantar el vuelo para desplazarse a los abrevaderos.
Entonces me dirijo hacia uno de sus abrevaderos habituales, son lugares que conozco desde hace tiempo y que ambas especies de gangas utilizan cada año.
Al llegar, me ubico a una distancia prudente y me quedo sentado sobre una piedra para no llamar la atención y poder observarlas con el telescopio, desde allí, veo como poco a poco van llegando en una sucesión de pequeños grupos y parejas, tan cautas y recelosas como siempre, se posan, miran a su alrededor y corretean hacia el agua, beben a gran velocidad y justo al terminar de beber vuelven a levantar el vuelo en un salto que les hace salir del abrevadero casi en vertical, vuelan por la zona emitiéndo sus llamadas y se dirigen de nuevo a sus zonas de alimentación habituales.
Con estas aves, las observaciones se hacen casi siempre a una distancia grande y es imprescindible el uso del telescopio, pero mientras las observaba entrar al abrevadero, una pareja de ganga ibérica ha venido a posarse muy cerca y las he podido hacer unas fotografías testimoniales.