Existen aves a las que estas acostumbrado a observar en un
determinado hábitat y en unos determinados periodos a lo largo del año.
Hoy voy a hablar sobre la agachadiza común (Gallinago
gallinago), un ave a la que siempre asocio a humedales y arrozales durante los
periodos de migración e invernada. Durante esos periodos la observación más
frecuente de las agachadizas es a través del telescopio sobre el arrozal o a la
orilla de un humedal sondeando con su pico en aguas someras, los sonidos de
fondo que asocio normalmente durante la observación de las agachadizas
corresponden a aquellas otras aves, muchas de ellas invernantes que configuran
el paisaje sonoro de arrozales, embalses u otros humedales sonidos como el de
la grulla, la gaviota reidora, el andarríos grande entre muchas otras, forman
parte de ese paisaje sonoro que acompaña a mis observaciones más habituales de
agachadiza común durante el paso o la invernada.
La pasada primavera, ya siendo primavera tardía a primeros
de Junio, estuve en la Sierra de Gredos
y tuve la suerte de estar en el lugar adecuado en el momento adecuado para disfrutar
de la observación del cortejo de una pequeña población de las poquísimas
agachadizas comunes que se reproducen en la península Ibérica. Durante varios
días, estuve visitando zonas de hábitat adecuado, teniendo en cuenta por
supuesto las horas más favorables, pues esos días hacía algo de calor y eso
frenaba mucho la actividad de las aves.
La mayoría de las zonas con presencia de agachadizas que
encontré estaban en prados muy húmedos y bastante encharcados, a veces rodeados
de pequeños bosquetes y en otras ocasiones en zonas de media montaña con
rosales silvestres, majuelos y enebros situados entre los 1500 a casi 1600
metros de altitud, en esos lugares llamaba la atención el escuchar las llamadas
de cortejo de los machos de agachadiza desde algún lugar elevado, ya que la
verdad, es que uno no está muy acostumbrado a vez agachadizas cantando y
manteniendo el equilibrio sobre un hilo
de alambre. También resultaba muy llamativo todo el paisaje sonoro de su
entorno con el canto del escribano hortelano, el acentor común, la curruca
zarcera o los reclamos del alcaudón dorsirrojo o la lavandera boyera.
Durante esos días visité todos aquellos prados que veía que
podían reunir las características adecuadas para acoger a las agachadizas, en
unos lugares hubo buen resultado en otros no, lo que está claro es que son muy
poquitas en Gredos y hay que conservarlas.
Uno de los prados que mejores resultados me dio, donde pude
observar a dos machos cantando simultáneamente e incluso pude presenciar varias
persecuciones y exhibiciones en vuelo estaba a casi 1600 metros y muy metido
hacia la montaña, mientras los observaba, pensaba que muy probablemente tuviera
ante mi, en pleno cortejo a los dos machos territoriales más meridionales de
toda la Europa continental, justo en extremo del límite sur del área de
reproducción de esta especie en Europa.
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