martes, 5 de septiembre de 2017

El cortejo de las agachadizas en la Sierra de Gredos.

 
Existen aves a las que estas acostumbrado a observar en un determinado hábitat y en unos determinados periodos a lo largo del año.
Hoy voy a hablar sobre la agachadiza común (Gallinago gallinago), un ave a la que siempre asocio a humedales y arrozales durante los periodos de migración e invernada. Durante esos periodos la observación más frecuente de las agachadizas es a través del telescopio sobre el arrozal o a la orilla de un humedal sondeando con su pico en aguas someras, los sonidos de fondo que asocio normalmente durante la observación de las agachadizas corresponden a aquellas otras aves, muchas de ellas invernantes que configuran el paisaje sonoro de arrozales, embalses u otros humedales sonidos como el de la grulla, la gaviota reidora, el andarríos grande entre muchas otras, forman parte de ese paisaje sonoro que acompaña a mis observaciones más habituales de agachadiza común durante el paso o la invernada.
La pasada primavera, ya siendo primavera tardía a primeros de Junio,  estuve en la Sierra de Gredos y tuve la suerte de estar en el lugar adecuado en el momento adecuado para disfrutar de la observación del cortejo de una pequeña población de las poquísimas agachadizas comunes que se reproducen en la península Ibérica. Durante varios días, estuve visitando zonas de hábitat adecuado, teniendo en cuenta por supuesto las horas más favorables, pues esos días hacía algo de calor y eso frenaba mucho la actividad de las aves.
La mayoría de las zonas con presencia de agachadizas que encontré estaban en prados muy húmedos y bastante encharcados, a veces rodeados de pequeños bosquetes y en otras ocasiones en zonas de media montaña con rosales silvestres, majuelos y enebros situados entre los 1500 a casi 1600 metros de altitud, en esos lugares llamaba la atención el escuchar las llamadas de cortejo de los machos de agachadiza desde algún lugar elevado, ya que la verdad, es que uno no está muy acostumbrado a vez agachadizas cantando y manteniendo  el equilibrio sobre un hilo de alambre. También resultaba muy llamativo todo el paisaje sonoro de su entorno con el canto del escribano hortelano, el acentor común, la curruca zarcera o los reclamos del alcaudón dorsirrojo o la lavandera boyera.

 
Durante esos días visité todos aquellos prados que veía que podían reunir las características adecuadas para acoger a las agachadizas, en unos lugares hubo buen resultado en otros no, lo que está claro es que son muy poquitas en Gredos y hay que conservarlas.
Uno de los prados que mejores resultados me dio, donde pude observar a dos machos cantando simultáneamente e incluso pude presenciar varias persecuciones y exhibiciones en vuelo estaba a casi 1600 metros y muy metido hacia la montaña, mientras los observaba, pensaba que muy probablemente tuviera ante mi, en pleno cortejo a los dos machos territoriales más meridionales de toda la Europa continental, justo en extremo del límite sur del área de reproducción de esta especie en Europa.
 
 






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